Para componer esta curiosa secuencia, Goya se documentó en las
noticias publicadas por la prensa en 1806, que dieron origen a numerosos
grabados populares, a canciones y coplas de ciego. Los seis cuadritos
pueden compararse, en efecto, a un cartel de los utilizados por ciegos y
charlatanes para ilustrar en la plaza pública el relato de un episodio
célebre, en general un horrendo crimen o la exégesis de un bandolero
famoso.
El Maragato amenaza con su fusil
1806
Óleo sobre tabla
29,2 cm. x 38,5 cm.
En la primera de estas composiciones aparece el bandido Maragato
amenazando con su fusil al humilde monje. El malhechor se halla en una
actitud crispada, como dispuesto a abrir fuego si fray Pedro opone
resistencia. La actitud de éste, sumisa y atemorizada, no presagia el
desenlace del episodio. La escena se halla iluminada por la claridad que
trasciende de la puerta abierta de un mesón, desde la que tres
personajes inmóviles contemplan el episodio. Al igual que en los
restantes cuadros, Goya aplica a la narración una técnica rápida y
somera, esboza las figuras con pinceladas que no hacen concesión al
detalle y describe las fisonomías valorando tan sólo sus rasgos
esenciales. La simplicidad de tal método revela la seguridad del autor,
la confianza en sus recursos expresivos.
Fray Pedro ofrece sus zapatos al Maragato
1806
Óleo sobre tabla
29,2 cm. x 38,5 cm.
La segunda composición de la serie muestra a ambos personajes en el
mismo escenario. Han desaparecido las figuras del fondo, y el bandido
Maragato, tranquilizado por la aparente sumisión del monje, sostiene el
fusil con una sola mano para poder tomar con la izquierda el par de
zapatos que le tiende fray Pedro. Éste expresa con su gesto resignación
ante la pérdida de su única pertenencia. Para comprender el proceso
narrativo, debe compararse este cuadro con el precedente. Se observará,
en primer lugar, que el bandido ha avanzado su pierna derecha, dando así
un paso necesario para el control de la situación. El fraile, por el
contrario, parece iniciar un movimiento de retroceso. Tal procedimiento
de ilación de las escenas es idéntico al utilizado por los actuales
dibujantes de comics. Por otra parte, la atmósfera luminosa del
escenario ha sufrido ciertos cambios; al desaparecer los espectadores, y
sin razón aparente que lo justifique, la parte izquierda ha quedado
sumida en la oscuridad.

Fray Pedro y el Maragato forcejean por el fusil
1806
Óleo sobre tabla
29,2 cm. x 38,5 cm.
El nudo de la acción ha sido descrito en el tercer episodio. El
Maragato y fray Pedro de Zaldivia se hallan enzarzados en un rudo
forcejeo que tiene como objeto la posesión del fusil. Es evidente que el
fraile, abandonada su humilde reserva, se ha abalanzado sobre su
agresor, con cuyas fuerzas físicas está en medida de competir, siquiera
por unos instantes. Puesto que el pintor describe al bandido de
espaldas, no es posible saber si en su rostro se pinta la sorpresa ante
la inesperada reacción del fraile, quien, al parecer, ocupa una posición
ventajosa, más erguido que su oponente. La lucha se produce en el
recinto de la cuadra, lo que indica que un cierto lapso de tiempo ha
transcurrido entre este episodio y el que le precede.
Fray Pedro amenaza con el fusil al Maragato
1806
Óleo sobre tabla
29,2 cm. x 38,5 cm.
Tendido en el suelo, atemorizado y, a la vez, incrédulo, el bandido
Maragato contempla en el cuarto cuadro de la serie la transformación que
se ha operado en la personalidad del humilde fraile. Tras haberle
vencido en el forcejeo precedente, el franciscano le amenaza ahora con
su propio fusil, del que se ha apropiado. Fray Pedro lo empuña
resolutamente por el cañón, indicando su propósito de asestarle un
contundente culatazo. Al cambio de situación corresponde asimismo un
cambio de escenario, puesto que el fondo lo constituye otro de los muros
de la cuadra. Con ello sugiere Goya los movimientos que, en el curso
del forcejeo, han realizado ambos personajes sin salir de este recinto.
Fray Pedro dispara al Maragato en sus posaderas
1806
Óleo sobre tabla
29,2 cm. x 38,5 cm.
No convencido todavía de la
seriedad de los propósitos del fraile, en el penúltimo cuadro de la
serie, el Maragato trata de recobrar su libertad. Sin duda aprovechando
un descuido, ha emprendido la fuga; al exterior de la cuadra, fray Pedro
lo detiene por el expeditivo procedimiento de dispararle un tiro en las
posaderas. Goya ha captado el instante con visión fotográfica. El
bandido parece aletear como un pájaro herido, interrumpida la fuga por
la carga de plomo y todavía en su rostro la expresión de incredulidad.
Al fondo, el caballo del Maragato, asustado por el estampido, se lanza a
un desenfrenado galope.
Fray Pedro apresa y ata al Maragato
1806
Óleo sobre tabla
29,2 cm. x 38,5 cm.
El desenlace del episodio se
produce en la sexta composición que muestra a fray Pedro en trance de
atar al bandido Maragato, éste sentado sobre el charco de su propia
sangre. Los pasivos personajes de la primera escena aparecen ahora
movidos por el deseo de actuar, asociándose al éxito del fraile.
Excitados y gozosos, acuden corriendo a ayudarle a inmovilizar al
maltrecho bandolero.
Esta serie participa del
espíritu de los grabados goyescos. Los episodios se encadenan en ella
con perfecta ilación de temporalidad y espacialidad, componiendo un
relato inteligible incluso para el espectador que no conozca el hecho
representado. Diríase que Goya ha sido fascinado por la inversión de
papeles que se opera en los personajes; es decir, el triunfo del débil
sobre el fuerte, el de un hombre de religión sobre un individuo carente
de escrúpulos. Sin duda que la representación del suceso tiene, como
gran parte de la obra grabada de Goya, un propósito a la vez sarcástico y
moralizante. El artista quiere extraer la moraleja de que no es
prudente fiarse de las apariencias humanas, juzgar a los hombres en
función del lugar que ocupan en la sociedad o al margen de ella. Dado el
sutil anticlericalismo del pintor, no se halla fuera de lugar la
suposición de que haya tomado partido –tal vez inconscientemente- a
favor de la víctima del episodio, el bandido Maragato.