Museo de Historia del Arte de Viena 1511 Temple y óleo sobre tabla 135 x 123 cm. |
Abajo, a la derecha, junto al autorretrato del maestro se hallan la inscripción “ALBERTVS. DVRER
/ NORICVS. FACIE / BAT. ANNO. A. VIR/GINIS PARTV. / 1511” y el monograma. La advocación de la
capilla, dedicada a la Trinidad y a Todos los Santos, proporcionó el tema del retablo, que es
como una deslumbradora aparición celestial: Dios Padre, sobre cuya cabeza vuela suspensa una
paloma con ornamentos imperiales, tiene entre las rodillas a Cristo crucificado, mientras unos
ángeles dispuestos en corona despliegan su manto y sostienen los instrumentos de la Pasión;
multitudes divididas en dos grupos adoran ese trono de misericordia; en la zona alta, a la
derecha del Padre, la Virgen guía a las santas mártires, y a la izquierda el Bautista conduce a
profetas, profetisas y sibilas; en la zona inferior, los creyentes; a la izquierda, eclesiásticos
guiados por dos papas; a la derecha, laicos de toda condición social tras un emperador y un rey.
La exigua banda de paisaje bajo la visión celestial está vacía de hombres y cosas, con excepción
de la figura del artista y del cartel con la inscripción. La elaborada composición, de erudita
tarea iconografía, se funda en la doctrina de san Agustín, según la cual la civitas Dei, fundada
por Abel y gobernada por Cristo, vive a medias entre el cielo y la tierra, mezclada con la
civitas terrena fundada por Caín y gobernada por el Demonio; sólo después del Juicio Final se
llegará al verdadero y único Estado de Dios; y aquí, quizá por primera vez en la historia de la
pintura, Durero lo anticipa. Es sin duda la obra más solemne del maestro, la más selecta
expresión de su Renacimiento, por la casi alucinante realización en perspectiva del grupo
inferior y por la distribución de planos en profundidad,
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