jueves, 6 de octubre de 2016

Las Meninas o La familia de Felipe IV – Diego Velázquez

Las Meninas o La familia de Felipe IV, Diego Velázquez, Museo del Prado, 1656, Madrid, http://galeriasdepintura.blogspot.com
Museo del Prado
1656
Óleo sobre lienzo
318 x 276 cm.

Conocida popularmente desde el siglo XIX como Las Meninas, La familia de Felipe IV es, probablemente, la obra más importante del pintor español Diego Velázquez, realizada en el año 1656 y expuesta en el Museo de Prado de Madrid. Es una de las obras pictóricas más analizadas y comentadas en el mundo del arte. Como tema central muestra a la infanta Margarita de Austria, a pesar que la pintura presenta otros personajes, incluido el propio Velázquez. El artista resolvió con gran habilidad todos los problemas de composición del espacio, la perspectiva y la luz, gracias al dominio que tenía del tratamiento de los colores y tonos junto con la gran facilidad para caracterizar a los personajes. Un espejo colocado en la parte del fondo de la pintura refleja las imágenes del rey Felipe IV de España y su esposa Mariana de Austria, según unos historiadores, entrando a la sesión de pintura, y según otros, posando para ser retratados por Velázquez; en este caso sería la infanta Margarita y sus acompañantes los que venían de visita para ver la pintura de los reyes. La pintura se terminó en 1656, fecha que encaja con la edad que aparenta la infanta Margarita (unos cinco años). Felipe IV y doña Mariana solían entrar con frecuencia en el taller del pintor, conversaban con él y a veces se quedaban bastante tiempo viéndole trabajar, sin protocolo alguno. Esto era algo muy repetido en la vida normal de Palacio y Velázquez estaba acostumbrado a estas visitas. Precisamente de ahí nació la idea de la confección del cuadro tal y como lo realizó. El lugar donde trabajaba Velázquez era una sala amplia del piso bajo del antiguo Alcázar de Madrid que había sido el aposento del príncipe Baltasar Carlos, muerto en 1646, diez años antes de la fecha de Las Meninas. Cuando el príncipe murió, reutilizaron esta estancia como taller del pintor. Es precisamente este lugar el que aparece retratado en el cuadro, por eso el ambiente que puede verse es de algo cotidiano y familiar. Desde los años 1650, Velázquez tenía la reputación de ser un gran conocedor de las artes, y gran parte de la colección del Museo del Prado, por ejemplo, de Tiziano, Rafael Sanzio y Rubens, fue adquirida y organizada bajo su dirección. Fue enterrado el 6 de agosto de 1660 con las vestiduras y la insignia de caballero de la orden de Santiago, distinción que tanto deseaba conseguir en vida. Se dice que fue Felipe IV, el que después de la muerte del artista, añadió al cuadro de Las Meninas, la cruz de esta orden sobre el pecho de Velázquez. Por encima del espejo en el que se reflejan los reyes se ven dos cuadros. Son copias realizadas por Juan Bautista del Mazo de Minerva y Aracné, de Rubens, y Apolo y Pan, de Jacob Jordaens. Ambos cuadros se hallaban efectivamente en dicho salón, según documentos de la época; pero se cree que Velázquez los reprodujo porque esconden alusiones a la obediencia debida a los reyes y al castigo que acarrea incumplirla. Representan, de una manera simbólica, la superioridad de las artes, un oficio noble, sobre el trabajo artesanal. En aquella época, Velázquez dedicaba esfuerzos para conseguir la distinción de caballero de la Orden de Santiago, ya que a los pintores en España, se les trataba como simples artesanos, a diferencia de otros países (como Italia), donde los monarcas y pontífices les concedían el reconocimiento de grandes cortesanos. Velázquez nos presenta en esta obra la intimidad del Alcázar de Madrid, y con su maestría nos hace penetrar en una tercera dimensión: el espacio, plasmado más con luces y sombras que con líneas de perspectiva. Se suele decir que Velázquez llegó a plasmar la perspectiva aérea: que «pintaba el aire». Esto es así ya que conoció libros de óptica y además observó el efecto que las distancias, la luz y demás agentes ejercían sobre las formas y colores. La escena representa el momento en que la infanta Margarita ha llegado al estudio de Velázquez para ver trabajar al artista. En algún momento antes de que suba el «telón» ha pedido agua que ahora le ofrece la dama arrodillada a la izquierda. En el momento en que ésta le acerca a la princesa una pequeña jarra, el rey y la reina entran en la habitación reflejándose en el espejo de la pared del fondo. Una a una, aunque no simultáneamente, las personas congregadas comienzan a reaccionar ante la presencia real. La dama de honor de la derecha que ha sido la primera en verlos, comienza a hacer la reverencia. Velázquez ha notado también su aparición y se detiene en medio del trabajo. Mari Bárbola no ha tenido tiempo todavía de reaccionar. La infanta, que estaba mirando a Nicolasito Pertusato jugar con el perro, mira de repente hacia la izquierda, en dirección a los reyes, aunque su cabeza permanece todavía vuelta en dirección al enano. Esta es la razón del extraño efecto de dislocación entre la posición de la cabeza y la dirección de su mirada. Agustina Sarmiento, ocupada en servir agua a la princesa, no se ha dado cuenta todavía de la presencia de los reyes, lo mismo que le acontece a la señora de honor en conversación con el guardadamas que acaba de percatarse. En Las Meninas se puede estructurar el cuadro en diferentes espacios. La mitad de la obra está dominada por un espacio desértico, en el que Velázquez pinta el aire, y un espacio virtual hacia donde el pintor dirige la mirada que es donde, se supone, están los reyes o bien los espectadores. Otro espacio importante es el del punto de fuga del fondo del cuadro, muy luminoso, donde un personaje huye de la intimidad del momento. Un tercer espacio es el pequeño espejo; y finalmente, hay el de la luz dorada que se aprecia en las figuras de la infanta, las meninas, la enana y el perro. Son espacios reales y virtuales que conforman la realidad fantástica del cuadro. Una de las características principales de la pintura es su carácter misterioso que conduce a establecer diferentes principios de interpretación. El desacuerdo existe ya en la primera acción que está describiendo el cuadro. Las Meninas son: El retrato de la Infanta. La infanta llama la atención de otras figuras, tiene una posición central en el cuadro y además, existe la tensión especial en relación al foco brillante. Un autorretrato de Velázquez. El pintor aparece como una torre y destaca sobre las otras figuras de la pintura. Un retrato de grupo o familiar. Además hay la pareja real que surge en la superficie del rectángulo y está presentada en un espejo en la pared del fondo como un reflejo. Por otro lado, el hecho de que la mayor parte de las figuras miren hacia fuera del cuadro, provoca que se distingan diferentes puntos de vista luminosos a partir de un foco al cual las figuras dirigen sus miradas: 
1. la pareja real que es mirada por el espectador; 2. el espectador; 3. el espectador que se considera en una superficie de espejo grande; 4. También se hace la pregunta sin respuesta de qué cuadro estaba representando el pintor, cuadro del que el espectador solo ve la parte de atrás. También aquí hay tres interpretaciones posibles: 5. el pintor representa a la pareja real, que está en el área no visible; 6. el pintor representa a la infanta; 7. el pintor se representa a sí mismo.
A pesar de los siglos que han pasado desde que se pintó, la calidad técnica del cuadro, con el tratamiento de la textura fina y las pinceladas que parecen compactas aplicadas con una gran maestría, hace posible que no se observe casi ningún craquelado en todo el cuadro. Las medidas originales del lienzo, fueron ligeramente retocadas en una primera restauración en la que el cuadro se volvió a entelar. En el borde superior y el lado lateral derecho se puede detectar las señales que dejaron los clavos que fijaban la tela al bastidor; fue recortada por el lado izquierdo y se hizo un pequeño doblez para hacer posible la nueva sujeción. Parece que se perdió muy poco trozo de la orilla.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Entradas populares