National Gallery de Londres 1648 Óleo sobre lienzo 122 x 177 cm. |
Quizá por despistar, el pintor coloca el rostro del espejo difuminado para así reflejar el cuerpo desnudo de la dama. Existen numerosas referencias en la obra a pintores como: Rubens, Tiziano, Giorgione e incluso Miguel Ángel. Pero el sevillano supera a todos ellos y coloca a una mujer de belleza palpable, de carne y hueso, resaltando aun más la carnación gracias al contraste con el paño azul y blanco, o el cortinaje rojo que da gran carga erótica al asunto. Da la sensación de que el artista ha sorprendido a Venus mientras Cupido, resignado, sostiene el espejo en el que se refleja el rostro de la belleza, aunque lo que deberíamos ver sería el cuerpo de la diosa. En cuanto a la técnica, cabe destacar cómo el pintor utiliza una pincelada suelta, que produce la sensación de que entre las figuras circula aire, el famoso aire velazqueño.
Venus, la diosa del amor, era la más hermosa de las diosas, y fue considerado como una personificación de la belleza femenina. Ella se muestra aquí con su hijo Cupido, que está en posesión de un espejo para mirarse así misma en el visor.
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